Ya hace unos años que con René decidimos pasar por este mundo intentando dejar una huella emocional, no material. En este sentido nos hemos planteado qué era realmente necesario utilizar, qué era prescindible y qué materiales eran los que tenían un gasto energético más bajo, durante su proceso de vida.

Es una búsqueda constante de la trazabilidad de todo lo que compramos y un replanteamiento diario de la necesidad de su uso.

La estela de residuos y la carga energética asociada a una botella de vino puede ser muy grande o muy pequeña dependiendo de cómo se trabaja, y va desde el inicio de la plantación hasta el medio de transporte utilizado para distribuir la botella al cliente.

En general, hemos analizado las entradas y salidas de nuestro sistema agrario y de transformación, y nos hemos dado cuenta de que si reciclamos las salidas y las transformamos en entradas, cerramos nuestro ciclo y ayudamos a cerrar ciclos de otros sistemas ganaderos vecinos, creando una estructura de red económico-social estable.

¿Qué hemos cambiado a lo largo de estos años para hacer sostenible nuestro proyecto? La viña, la bodega y la logística.

En el viñedo, el cultivo en orgánico nos ha permitido disminuir drásticamente los residuos y las cargas energéticas asociadas a los fitosanitarios, abonos químicos y herbicidas. La materia orgánica que utilizamos como abono es un residuo reciclado, compostamos, estiércol de vaca y caballo junto con los sarmientos de poda y la brisa y la rapa de nuestra uva. Como “fitosanitarios” reutilizamos sérum de leche de cabra, reciclando así otro residuo contaminante, así como extractos de plantas con el objetivo de eliminar totalmente el uso del azufre polvo (autorizado en agricultura ecológica, pero que proviene del petróleo).

El consumo de combustible fósil ha disminuido en el cambio del tractor pesante al quad (más ligero y con menor consumo). Con el quad conseguimos menos compactación del terreno y mejor mantenimiento de la estructura del suelo.

La uva es nuestra única salida del sistema agrario, ya que los sarmientos de la poda de inverno se trituran y se compostan para volver a la viña como abono. Las hojas que caen se quedan en el suelo de la viña descomponiéndose, cuando dejamos cobertura vegetal (en el suelo desnudo las hojas vuelan con el viento).

En la bodega hemos decidido trabajar con las levaduras que lleva la uva, con las bacterias lácteas que pululan por el aire y los ácidos presentes en la fruta.

La única entrada que tenemos es el sulfuroso y, año tras año, estamos haciendo pruebas para disminuir su adicción hasta llegar a cero.

Hemos mejorado en la gestión del agua de limpieza utilizando una máquina de vapor (reducción de un 80% de la cantidad de agua utilizada en bodega). Aún dependemos de la red eléctrica para el consumo energético, pero este será el siguiente paso: inversión en energia fotovoltaica.

La parte de logística que comprende desde el vestido de la botella hasta el transporte del vino a nuestros distribuidores es donde más gasto energético tenemos. Paso a paso, vamos analizando la contribución energética de los diferentes elementos: cápsulasbotellascajastapones de corcho, transporte

En el caso de Dido, el punto de mira estaba en las cápsulas: ya sean de estaño, aluminio o complejo, la industria asociada es muy contaminante y con unos costes ocultos muy elevados. Parece que las ceras orgánicas tienen menos gasto energético asociado, por esta razón hemos hecho el cambio y las botellas se visten con cera.

El peso de las botellas de vidrio es también otro punto importante a considerar (asociado al consumo de combustible durante el transporte). En el caso de Dido, tenemos algunos modelos con pesos acceptables, pero en el caso de Venus el tema es más difícil, ya que la forma y el color de la botella son elementos muy importantes en la presentación de este vino (al menos de momento) y es difícil encontrar una botella con un peso inferior a los 550 gr.

Las cajas de cartón que utilizamos, hemos sustituido las bobinas de papel de primera por papel reciclado. La textura no es tan fina, pero así no se talan más bosques por nuestros vinos.

Los tapones de corcho son un elemento muy importante para los vinos y su envejecimiento, a la vez que su uso, asegura el mantenimiento de los alcornoques y la supervivencia de su ecosistema. Con la compra de los tapones podemos apoyar buenas prácticas en el bosque, así como apostar por empresas que están trabajando con un balance de carbono positivo o que tienen una implicación social con el entorno.

Y finalmente llegamos al punto clave: el transporte. El transporte marítimo y ferroviario representa una huella 5 veces inferior que el transporte vía carretera. Esto ha hecho replantearnos nuestras exportaciones y buscar el tren como un medio de distribución por Europa y por algunas ciudades cercanas.

Estamos en el principio, ya que este medio de transporte no está nada desarrollado para volúmenes pequeños y frágiles como el vino. Pero terminaremos por conseguirlo.